
Este fin de semana he asistido a la celebración de la Noche de San Juan, en la playa la Malvarrosa de Valencia.
Es una fiesta de esas, cuyo origen se olvida en el tiempo. Las gentes de entonces se reunían para celebrar el solsticio de verano en la noche más corta del año. El porqué de ello es algo que se entiende perfectamente asomándonos en las fiestas de hoy.
Para entenderlo, no tan perfectamente, están todas esas historias de cultos a antiguas deidades "paganas". Indudablemente, tal culto existió. Indudablemente, el catolicismo le encasquetó al pobre San Juan la organización de la fiesta bajo la nueva administración.
San Juan debe haber pensado, "como me han liado estos tíos, me harán perder la cabeza". Y es que a quién se le ocurre organizar una fiesta en la playa el día de su cumpleaños, es una locura. A quién se le ocurre no ir a una fiesta en la playa el día del cumple de San Juan, es una locura.
Evidentemente, el asunto se le va de las manos al pobre SanJu. No se le puede negar que es un "tío" bien tolerante. A pesar de encontrarnos bajo una nueva administración, sigue permitiendo que se lleven a cabo "mogollón" de "chorradas" bien paganas. Danzas en torno a hogueras; bañitos rituales en el mar, entrando de espaldas y saltando siete olas a continuación; papelitos con escritos para olvidar y que arderán en las hogueras, etc. Me imagino que lo de los bañitos es la parte que el santo domina mejor, por su conocida afición a los bautizos.
La fiesta se mostraba como un festival de alegría de estación. De la estación más alegre, el verano. Cuando los cuerpos están más felices y la presencia de otros cuerpos felices, frescamente vestidos, aumenta la felicidad aún más.
Puedo declarar que tuve visiones bastante felices durante mi paseo por una playa colmada de adolescentes.
Salvando las distancias técnicas, creo que la fiesta siempre ha sido la misma. Un montón de carajitos que toman una excusa cualquiera para armar tremendo "botellón" en la playa. En la época más feliz del año.
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