sábado, 7 de noviembre de 2009

¿Q.S.LL.M.Q?



Nunca ha querido excusarse. Fue un pequeño delito y siempre lo vio de esa manera. La oportunidad de probar aquel queso fuerte, que había madurado (eufemismo para pudrirse) en una cueva, no se daba todos los días. Y ya con el queso en mano, los días seguían pasando.

Entonces había tenido que hacerlo. Tras buscar los últimos souvenirs, jamón serrano y embutidos, guardados en la nevera; les siguió la huella aquel pedazo de queso que descansaba a un costado, un poco olvidado. Todos los fríos se irían a mezclar entre la ropa de la maleta, para protagonizar ese otro pequeño delito, el contrabando internacional de sabores y olores. Mejor dicho: el contrabando de placeres de un viaje.

Ya en casa, el queso descansaría otros días en una nevera diferente. Muchas dudas venían a su mente. Una vez roto el envoltorio plástico, que había salvado las pertenencias de la familia de aquel olor inefable, habría que darse a la tarea de consumirlo en un tiempo razonablemente corto. La abundancia de fuerza y sabor contra la escasez de bocas, podían hacer difícil la tarea.

Transcurrirían dos meses de espera y se atrevió seguir la idea de ella. Un frasco esterilizado, un aceite de oliva de buena calidad y el queso abandonaría la nevera para ocupar un lugar digno en la despensa de la cocina.



Desde entonces está allí. Cada vez menos, porque se acaba. El queso y el aceite aromatizado han hecho buena compañía de varios platos de pasta. Han pasado dos meses desde su salida "de la nevera" y el cabrales en aceite no hace sino mejorar.



El pequeño crimen había valido la pena. Él se había llevado el queso.

La receta, muy simple. Una variación de lo que se ve en la red:

70 g de queso cabrales
50 g de mantequilla
100 cc de nata o crema de leche

Sal y pimienta

Se junta todo en la sartén hasta formar una salsa homogénea. Cuando la pasta está lista se mezcla con la salsa en la sartén hasta que se integre bien.

Usando 250 g de fettuccini, se obtienen dos raciones generosas.