sábado, 23 de enero de 2010

La empanada perfecta

Hace ya bastante tiempo queríamos escribir algo sobre las empanadas. La idea, muy simple. Los elementos de una empanada perfecta.

La cosa siempre se torna complicada. Una lista de atributos de la perfección debe ser, a su vez, perfecta. Así estamos jodidos. No se escribe más nada, más nunca.

Si bien, podemos relajar la idea de perfección del trabajo titulando "condiciones necesarias para una empanada perfecta", la lista y el trabajo tras ella seguirá siendo enorme. Además, pensamos que precisiones de ese tipo, aunque la hemos copiado del lenguaje lógico de los matemáticos, nos recuerdan demasiado al lenguaje de los juristas. Y, prejuicio del autor, cuando llegan los abogados; las cosas dejan de ser divertidas.

Así que seremos más relajados. Hablemos de la empanada perfecta de una forma imperfecta y poco exhaustiva. Destacamos tres aspectos básicos:
  1. La masa
  2. El relleno
  3. La temperatura
La masa de una empanada es el primer elemento a considerar. No importa de qué empanada estemos hablando. Para ser tal, debe estar rodeada de masa. En términos generales, la masa debe ser suave pero crocante. Por otro lado, una masa excelente debe ser como ese buen alcalde; que nadie en la ciudad lo recuerda a diario. Precisamente porque la cuidad marcha bien. La masa debe ser breve y no mezclarse con el relleno.

La paradoja de la masa, siendo prácticamente la responsable del producto, su presencia es un casi. Y sin embargo, la calidad de su preparación tiene un peso importante en el valor del producto terminado.

¿Qué vamos a decir del relleno?, obviamente tiene que ser de buena calidad. Consideramos además que los rellenos de humedad intermedia son preferibles a aquellos inaceptablemente secos o demasiado jugosos. El líquido chorreando por el brazo del comensal, o enchumbando la masa y arruinándola a cada mordida; no son elementos de una degustación placentera. Sabemos que no sólo se disfruta la comida con la lengua. También es importante poder comer, ya sea sentados o de pie, sin acabar con las servilletas limpias nuestras y de los vecinos y/o haciendo reverencias para no anegar nuestra ropa.

No debe sorprender que asignemos un rol importante a la temperatura. Una empanada recién salida del horno o la sartén es el peor castigo que se le hace a un hambriento comensal, que desde entonces pasa a convertirse en paciente, esperando dar un mordisco que no ponga en riesgo su integridad física.

O su integridad moral, como le ocurrió a aquel venezolano que luego de sufrir crueles quemaduras a manos de unas hirvientes empanadas chilenas; la emprendería contra ellas, destrozándolas con el servicio antes de comerlas. Los huéspedes, que miraban entre extrañados y divertidos; pensarían, las empanadas no se comen así.