jueves, 11 de febrero de 2010

Historia de la directora de mercadeo

Está un poco cansada. Hoy viene el señor del periódico para lo de la entrevista. Los de los periódicos pueden llegar a ser un fastidio con sus preguntas aleatorias. Sin ningún interés en saber lo que ella piensa. En lo que ella siente relevante. Ellos no saben lo que es relevante, pero lo reconocen cuando lo ven. Piensa que por eso disparan al azar. ¡Qué gran arrogancia! La noticia soy yo, piensa que pensarán.

Su caso es de los peores. Trabaja en una editorial. No es precisamente una fuente de tubazos. Así que espera la llegada de un señor apurado, que preferiría otra asignación, haciendo preguntas sin un plan claro, mirando a través de ella, o simplemente viendo su grabador.

Llega. El tema parece ser el mundo del libro digital. Es que se acaba de lanzar el ipad. Nadie parece recordar que el kindle existe hace algún tiempo ya. Es como si se acabase de inventar la mala costumbre de leer directo de una pantalla. Mientras se inicia la conversación, tiene tiempo de recordar a los de la compañía de la manzana. Esa gente si sabe de mercadeo. Ojalá la contrataran.

La conversación comienza bastante trivial. Va por el camino del libro digital y las editoriales. ¿Cómo están quedando allí?

¿Qué le va a decir? No saben si tienen un modelo de negocio para el mundo digital. Suena mal.

Decide salir del problema de la entrevista aceptando la invitación a hablar de la piratería. Su interlocutor también se ilumina. Claro, la gente se descarga los libros y nosotros tenemos muchas pérdidas.

El discurso del perdedor es justo lo que necesitaba el periódico. Ya no importa la nueva estructura de negocio. Nada servirá por culpa de ellos, ¡bien!

Hablan un poco de números. ¿De qué tamaño es la mordida? Cerca de diez mil títulos en castellano. Existen bibliotecas virtuales que mantienen todos esos libros para la descarga. Hay cosas como obras de los filósofos griegos.

Lo hizo. Le dijo lo de los griegos.

Aun cuando obras tan antiguas son de dominio público, algunas de sus traducciones no lo son. Y sí, a Platón le importan las traducciones.

Como es costumbre, el mundo anglo tiene más estadística. Luego de seguir de cerca el comportamiento de unos mil títulos, una firma especializada habría medido unas diez millones de descargas.

Ahora habla realmente emocionada. Sufre una especie de síndrome de Estocolmo. Colabora con su captor. Agrega que las copias descargadas ilegalmente representan perdidas por una cantidad cercana 10% del mercado. Sólo omite que ese 10% no existe, puesto que los libros descargados no se vendieron nunca y probablemente en condiciones normales, sin la oportunidad de descargarlos, se venderían muy pocos.

Para rematar ahora comenta que se debe agregar más valor. Que la gente no descargará la obra pirata, si se le ofrecen regalos adicionales en el producto.

En realidad ella no cree que sea la mejor idea. Siempre ha pensado que las ganancias son más importantes que la cuota de mercado, pero ya no puede parar.

Termina especulando como una buena edición en papel puede evitar que los libros fotocopiados se sigan vendiendo en las calles de algunos países. De nuevo, como si una mejor edición hará que alguien que gana 500 algos al mes, paga 130 por una habitación y otros 130 por la comida, deje de comprar la fotocopia de 10 algos para comprar el original de 20 algos, sólo para recibir un regalo.

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