De la experiencia diré, que como pasa en esas ocasiones que quiero hacer algo fuera de mi común, me sentía un poco raro con la presencia del trípode. El simple hecho de colgar el estuche en mi hombro me hacía sentir un impostor. Con la cámara ocurre igual, pero está más disimulada en mi bolso. Sólo al sacarla me asalta una sensación similar.
Siguiendo la evolución natural de toda interpretación de un personaje nuevo, al pasar el tiempo me sentía más a gusto. En particular, dejé de sentirme incómodo mientras armaba mi trípode en presencia de otras personas. Empezaba a ser más protagonista y menos impostor. Al final de la tarde era un fotógrafo. No muy experimentado, pero un fotógrafo.
Como ya comenté en este blog, mi look es bastante profesional. Al punto que los guiris presentes depositaron en mi su confianza para inmortalizarles fotográficamente, mientras posaban delante de sus monumentos favoritos.
Durante esta interacción se produjo algo que significó un quiebre interesante. Un caballero que tomaba fotos de su pareja y unos niños, me pidió que tomara una de él con su chica. Les pregunté que querían tener al fondo. Más con señas que palabras me dio a entender que lo quería todo de fondo. Toda Valencia, toda España. Tal vez algo de África también. Ante tal muestra de amplitud, escogí una parte del Museo Principe Felipe y L'Hemisfèric. Armé una composición rápidamente. Ellos abrazados a la derecha, ocupando el primer tercio. En el fondo los museos parecían salir tras ellos, siguiendo la diagonal hasta el tercio inferior. El triángulo entre la diagonal y la esquina superior izquierda quedaba bastante vacío. En mi opinión, este vacío creaba la tensión necesaria para dar vida a la foto.
Hinchado de orgullo, le mostré la foto al señor. La observó por un momento y me dijo que estaba bien. Amablemente me preguntó si le podía tomar otra foto donde ellos quedaran "mas cerca del centro". Evidentemente yo había tomado mi foto y no su foto. Le contesté que con gusto lo haría. Retrocedí, levanté la cámara, puse la pareja en el centro de la mira y les tomé la foto. Ni siquiera me fijé en el fondo. Se la mostré y le encantó. Seguí en mis quehaceres. Me imagino que el señor borró la primera foto.
De mis fotos diré que han quedado sobre expuestas en la mayoría de los casos. He jugado un poco con un programita de que vino con la cámara (Digital Photo Professional) y he podido corregir algunas cosas. Mejoraremos.

Éste es el Museo Príncipe Felipe.