lunes, 27 de septiembre de 2010

La autopista del Sur

Desde el domingo en la tarde me he sentido un poco mal. Había ido a votar en la mañana y decidí que me caía bien una siesta. Al levantarme, un poco adolorido por el malestar y por haber prolongado mucho el sueño, descubro un mensaje ya viejo en el teléfono. Me piden una crónica sobre mi experiencia en el acto de votación.

Son las 5:30, el mensaje tiene dos horas y yo ni siquiera tengo grabado el número. Con lo cual no sé quien me escribe, pero tengo mis sospechas. Hay gente que no toma a bien que no tengas su número grabado y yo soy un poco perezoso para hacerlo. Como necesito estar seguro de quién es, no me quiero arriesgar a ofender. Opto por preguntar. ¿A dónde lo envío?

Apenas mando el sms. Busco el correo del pana sospechoso, para verificar rápidamente. También rápidamente obtengo una respuesta inútil,

Hotmailll


No soy muy bueno para esas cosas. Aunque el proveedor coincide con el que yo tengo, veo que debo preguntar. En el último instante me llega la confirmación:

Por si acaso falla (...)
elpanaqueyopensaba@hotmail.com


Ok. He decidido que escribiría la crónica. Comienzo a teclear lo más rápido que puedo. Llega otro mensaje. Me recomienda que explique porqué mi vinculación de la salida a votar con La Autopista des Sur y que le ponga guaguancó al cuento.

Yo había publicado en mi twitter la foto del cuento que leía en la cola para votar. La Autopista del Sur de Cortázar. En realidad había una dosis de azar en la elección. Busqué un libro pequeño, que pudiera guardar en un bolsillo lateral de mi pantalón cuando no lo leyera. Al aparecer este, comenzando por el cuento en cuestión, y recordando mi temor a las colas de los centros de votación, me pareció el ideal.



Luego de escribir con el mayor guaguancó y rapidez posible. Entregué en la hora acordada (+ diez minutos que me perdonaron). Si hubiese sabido que el medio era argentino, MDZ online, hubiese usado un registro más neutro. Pero no lo sabía y así quedó. Lo reproduzco aquí:

btw: ya grabé el número :)


Mundo
26 de Septiembre de 2010 |21:12
La Autopista del Sur
por José Antonio López, en Caracas

Las 10 am. #26s aún no es TT en twitter, pero no voy a esperar más. Me armo de mi cédula, me despido de mi niña y salgo. Quiero salir, pero me detengo.

Un libro, necesito un libro para la cola. Debe ser pequeño y sabroso. Elijo una recopilación de cuentos de Cortázar. Allí está La Autopista del Sur. Me parece muy adecuado para la ocasión. Aún siento escalofríos al recordar la votación del referendo revocatorio de 2004 y sus nueve horas en cola. El cuento me ayudará a pasar el rato.

De nuevo me frustro al llegar a la puerta. Una cachucha, necesito una (mi única) cachucha. La consigo y salgo.

Hay bastante gente en la Av. Perimetral de San Antonio. Siempre me pregunto porqué todos los sanantoñeros la llamamos "perimetral", cuando va por el "medio de la mitad" de este pueblo devorado por urbanizaciones. Hay una cola más o menos en la calle y mucha gente camina por las aceras. Algunos muestran el dedo morao a los conocidos. Otros, sólo vienen con sus bolsas de supermercado. ¿Compras nerviosas atrasadas?

En el trayecto me consigo un amigo. Gente que sólo veo en elecciones. Es una dinámica que se me hace rara, pero así sucede. Hablamos del día, los panas, etc. Todo es rápido. Al final le pregunto si tardó mucho en la cola (mi mayor preocupación). Me dice que no. Cuando somos más específicos, descubro que no vota en mi centro, sino en el de enfrente. Sigo.

Llego a la cola. Es corta. La recorro hasta su afortunado primer lugar, donde están las listas. Un soldado del Plan República no me deja acercarme hasta las listas. Me dice que no pase. Que haga la cola y al llegar mi turno tendré tiempo de ver la lista antes de entrar al colegio. Me voy tranquilo al final.

La cola fuera transcurrió más rápido que el cuento de Cortázar. He llegado a los primeros lugares y observo como al mismo soldado regresando a todos los que se acercan, como hizo conmigo. Cuando estoy por entrar se arma una discusión entre dos personas que no quieren hacer la cola sin chequearse, porque no saben con certeza si les toca ese centro. La solución, un soldado de mayor rango va con las cédulas a la lista. El señor está. La señora no. Me pregunto cuál es la necesidad de hacer las cosas tan enredadas.

Soy uno de los elegidos y paso. Por si acaso me busco en la lista. Estoy ahí. Me apresuro a recuperar mi lugar en la fila. No hacía falta buscar mi mesa. La inefable captahuellas me lo dice. A mi lado descubro de nuevo a la señora que no estaba en la lista. La han buscado en el sistema y le indican que su centro es el otro. De donde ella venía.

Paso a la cola. Ya no leo mi cuento. Me dedico a observar lo que ocurre.

Pienso varias cosas. Las más recurrentes: ¿porqué los viejitos no son todos como mi papá? ¿Cuándo se van a dar cuenta que estas máquinas de lotería generan un cuello de botella?

Juego con mis llaves. Descubro que tengo una herramienta-llave en el llavero. Qué bolas, pienso. Recuerdo unas elecciones en los 90' en que tuve que dejar todo lo que traía en los bolsillos en un lugar reservado antes de entrar a mi mesa. Qué bien que eso haya cambiado. Pegamos una. Observo una señora con un gigantesco bolso pasando a votar.

He llegado a la máquina. Me lucí diciendo que sabía cómo votar. Yo siempre voto. Voté en las parlamentarias pasadas y en todas. También me lucí votando. Soy un experto. Mi dedo está morado. Salgo del centro a la calle asoleada.